¿Es merecida esta distinción?
Para responder a esta cuestión debemos preguntarnos antes quien concede esta distinción: la UNESCO. Y por lo tanto debemos referirnos a la definición que de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad para dilucidar si el flamenco encajaría en dicha categoría. Según la UNESCO “ Se entiende por “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. A los efectos de la presente Convención, se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible .”

Según esta primera definición no parece haber nada excluyente de la misma en el flamenco que pueda cuestionar su pertenencia a la misma, ya que efectivamente desde finales del s. XVIII en el que parece producirse su origen (A. Parra, 2012) hasta la actualidad existe una continuidad transmitida de generación en generación y también contribuye a promover la creatividad humana dado que se trata de una manifestación artística de primer orden. Es también compatible con los derechos humanos existentes, ya que ni en la forma de expresividad corporal empleada ni en las letras aparecen expresiones que denoten una confrontación con los mismos, algo que podría parecer evidente pero que no lo es tanto, ya que sí existen y han existido manifestaciones musicales y artísticas expresión (tanto en la letra como en la gestualidad corporal) de una ideología represiva y abiertamente confrontada con los derechos humanos. Dado que la expresión musical, oral y dancística del flamenco no lleva aparejadas actividades inherentes a su ejecución que pongan en riesgo el entorno natural y humano a corto o largo plazo, ya que la fabricación de castañuelas y guitarras no creo que produzca una especial deforestación en ningún sentido, es también compatible con el desarrollo sostenible. Sin embargo la frase “[…] infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural […]” resulta ambigua, ya que el sentimiento de identidad y continuidad no tiene por qué ser causa, como se dice textualmente aquí, de una contribución a la promoción del respeto de la diversidad cultural. De hecho hay muchos ejemplos de sentimientos identitarios, en la Historia y en el presente, que son exponente de precisamente lo contrario: el nulo respeto a la diversidad cultural, lo que hace pensar que quien ha escrito esto poca Historia ha leído (algo inquietante en una definición de la UNESCO). En cualquier caso el flamenco, hasta donde yo sé, no representa ninguna amenaza a la diversidad cultural, y sí es un medio de difusión de la misma como ejemplo de un marco histórico-geográfico y cultural concreto, añadiéndose una adscripción más o menos clara en su origen a una etnia en concreto, la gitana, que en los últimos años además ha tenido la fortuna de extenderse a un nivel internacional y de prestigio, con lo que obviamente ha contribuido al conocimiento de un ámbito cultural concreto. Quiero pensar que la definición de la UNESCO, en la frase que he señalado, quiere referirse, con poca fortuna y errando gramaticalmente en la proposición, a este último caso, con el que sí estaría de acuerdo en cuanto al flamenco. Es más, es comunicación, tal y como justifica muy adecuadamente A. Parra (2012) y por lo tanto hay un emisor perteneciente a una adscripción cultural concreta y un receptor que en muchos casos no pertenece a ella, lo que fomentaría también en este sentido no tanto la diversidad cultural, como la transversalidad cultural de este lenguaje (Brownell, B. C.).
En cuanto al proceso de globalización el caso del flamenco podría ser un modelo francamente interesante. Mientras que la globalización ha afectado negativamente a muchas expresiones artísticas ancestrales de determinados núcleos locales o regionales, mermando su práctica o extinguiéndola, con el consiguiente intento de rescate de las mismas, en el caso del flamenco parece haberse producido una amplificación de su práctica que, como mencionaba A. Parra en el texto “El flamenco como identidad ritual”, no sólo se ha extendido geográficamente por todo el mundo, sino que además ha pasado de un registro social humilde a uno culto en este proceso de internacionalización.
Si continuamos con las definiciones de la UNESCO al respecto se nos muestra lo siguiente: “El “patrimonio cultural inmaterial”, según se define en el párrafo 1 supra, se manifiesta en particular en los ámbitos siguientes:
a) tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural
inmaterial;
b) artes del espectáculo;
c) usos sociales, rituales y actos festivos;
d) conocimientos y usos relacionados con la
naturaleza y el universo;
e) técnicas artesanales tradicionales. ”
Es evidente que el flamenco se encuadra en casi todos y cada uno de estos ámbitos, con la salvedad quizá de los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo. Sin embargo especial fuerza cobran todos los demás, dado que el flamenco es tradición oral, espectáculo, uso social, ritual y festivo, como aduce la antropóloga Cruces Roldán (2002): “ Una taberna, una venta, una calle, un patio de vecinos pueden ser “espacios privados”, que, además de su vertiente flamenca, suelen servir de vía comunitaria y modos de interacción de carácter más amplio. No es extraño, por ejemplo, que tales rituales se materialicen con reuniones costeadas por los aficionados en actos de comensalismo propios del modo en que los andaluces compartimos los momentos de agrupamiento colectivo, o que se desarrollen al hilo de otro tipo de celebraciones, como las propias del ciclo vital.”
Por todo ello se puede considerar que hay un emisor, la UNESCO, de la normativa por la que una actividad cultural puede ser declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Que ese mismo emisor indica en sus definiciones los criterios que englobarían dichas actividades, que son los descritos más arriba, y que en el caso del flamenco se adapta a dichos criterios, con lo que la distinción por parte de la institución que enmarca y define el patrimonio inmaterial hacia una expresión cultural determinada, si esta encaja en esos criterios, es merecida sin lugar a dudas. Si aquí se planteara una definición de patrimonio inmaterial de una institución diferente y sus criterios divergieran de los propuestos por la UNESCO no encontrando analogías con el flamenco, entonces sería una distinción inmerecida. Pero no es el caso.
Algo diferente sería preguntarse si es una distinción que no merecen también otras manifestaciones de patrimonio inmaterial. Ahí obviamente hay mucho más debate que el suscitado previamente. Cabe cuestionarse qué intereses políticos y económicos existen para que el flamenco sí, y otras, que siguen a pie juntillas los mismos criterios definidos por la UNESCO, no. Ese sin duda sería un debate mucho más fructífero y que pondría de relevancia varias vergüenzas a buen seguro de muy diferentes poderes fácticos. Es obvio que la presencia mediática e internacional de ciertas actividades ha pesado mucho más en la decisión de la UNESCO que la contemplación objetiva de sus propios criterios en otros patrimonios inmateriales, sin que ello signifique, a mi modo de ver, que la distinción del flamenco sea inmerecida.
¿El flamenco es algo que está dentro de la identidad cultural española o más bien es su imagen más tópica y falsa?
La cantidad de españoles que dentro del área del actual estado español se sienten identificados culturalmente con el flamenco puede ser objeto de debate, pero por razones demográficas y de distribución territorial de dicha manifestación artística obvias se podría pensar que mayoría no son. Yo por ejemplo no me siento en absoluto identificado con el flamenco, manteniendo siempre el respeto y mérito que dicho patrimonio inmaterial me merece, que es total. El documento a la candidatura del flamenco presentado en su día por las comunidades autónomas de Extremadura, Andalucía y Murcia aducía con proverbial modestia que “es la más significativa y representativa manifestación del patrimonio cultural inmaterial del sur de España, representando una aportación única de la cultura española en el mundo”. Quizá tengan razón, pero la aportación española que más he visto valorar en otros países en los que he vivido (Francia, Italia e Inglaterra) ha sido el vino y la sangría, así como las tapas (y me consta que en Suiza la aportación española que más valoran es de otro tipo), cosa que no desmerece en absoluto al flamenco, al que no discuto que constituya como se dice en el documento una aportación única, aunque eso sí, quizá no enteramente “española”. ¿Esto quiere decir que no esté dentro de la identidad cultural española para un determinado número de personas? En absoluto, sin duda es así, y sin duda también muchos españoles piensan que es extrapolable a toda la “marca” España, palabra muy de moda en cualquier país en el que los “activos” de dicha “marca” no valen un ardite. En el caso que nos ocupa, el flamenco, es obvio que se trata de una manifestación cultural de primer nivel, y que su internacionalización y pertenencia a un registro artístico culto en los últimos años ha supuesto un activo real y de valor. El hecho de que cientos de miles de personas (probablemente) de tres comunidades autónomas se puedan sentir identificados culturalmente con él excluye el uso absoluto de la expresión “imagen más tópica y falsa”, y puede resultar incluso ofensivo para aquellos españoles cuya identificación cultural con el flamenco y además con España (en su opinión) sea alta. Esto no quiere decir, a mi modo de ver, que no haya algo de esto también desde el otro punto de vista, el de las personas cuya identidad cultural asimilable a España no pase por el flamenco, con lo que para ellos, yo incluido, sí que puede resultar un tópico totalizador a una población que mayoritariamente no siente ni vive el flamenco como otros ciudadanos, y que además conserven patrimonios inmateriales de similar relevancia y adecuación a las definiciones de la UNESCO que no han sido distinguidos con ese distintivo. Las valorizaciones absolutas en este terreno son difíciles a mi modo de entender, cuando no inadecuadas.
Ahora bien, y enlazando con la siguiente cuestión que se plantea más abajo: ¿cómo afecta el flamenco a la imagen de España en el exterior? Chimo Soler (2011), en “Análisis de la Red” aporta los siguientes datos significativos (supongo que de ese mismo año): “Si pudiéramos trocear el interés por el término “España” a través de Google en veinte partes iguales, el flamenco sería una de ellas. Los más de veinte millones anuales de consultas sobre el flamenco suponen un 4’87% de las consultas sobre España, que precisamente lidera las consultas sobre nuestro país.” Y añade posteriormente “Guste o no, la imagen del flamenco, especialmente a través de Internet, hoy nos afecta en alguna medida a todos nosotros.” Esto último un postulado que considero una reducción precisamente a la imagen más tópica y falsa a la que alude la pregunta inicial, y con el que no estoy de acuerdo en absoluto. Por la misma regla de tres la imagen de los toros y los San Fermines me afecta directamente a mí, algo que personalmente considero absurdo.
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Baile flamenco. Fuente: Museo del baile flamenco.
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¿Por qué tiene el flamenco tanto éxito en el mundo?
Bajo el punto de vista de Sebastián Ruiz (2011) uno de los factores que ha contribuido a la internacionalización del flamenco es “La facilidad de adaptación del flamenco a otras culturas es uno de los elementos que han favorecido su reconocimiento mundial. Desde mediados del s. XX este arte se ha fusionado con músicas populares provenientes del blues, jazz, swing, o de regiones como América Latina o el Norte de África”. Lo que en efecto parece llevar aparejado, por sentido común, la más fácil transversalidad cultural e identificación con la manifestación artística por parte de espectadores habituados a los ritmos fusionados.
Se intuye del artículo de Antonio Parra “El flamenco a través de las teorías de la comunicación” (2012) que la causa sería constituir un medio de comunicación con mensajes universales que “transmite sentimientos y emociones relacionados con categorías universales: el amor, el desamor, la muerte, la orfandad, la soledad, la amistad, el grito, la queja, que pueden ser entendidos por muchos, incluso sin necesidad de palabras.”
Esto según el autor habría dado lugar a su universalidad, aunque aduce que “lo que debería decirse es que se ha hecho cosmopolita, internacional, porque universal, aún en los tiempos en que se limitara a las gitanerías de Triana o Jerez o a los cafés cantantes de buena parte de España, ya era universal por esa razón de que sus “mensajes” lo son”.
Especialmente relevante en este autor me ha parecido la explicación del auge del flamenco en las élites europeas del s. XIX. Contemplaba el marco del romanticismo de una cultura anclada en el s. XVII, es decir, en el absolutismo, mientras que otros países se encontraban enmarcados en procesos posteriores a la Ilustración, en concreto el liberalismo. La búsqueda y gusto por el flamenco por parte de las élites europeas sería pues la búsqueda de un pasado añorado en un país anticuado, ya que para ellos se ha convertido en una tortura social en sus países natales.
A esta reflexión yo añadiré, en un marco extremadamente difícil de definir, que en el s. XIX a la par de ese proceso liberal en su sentido político, y que siempre es consecuencia del sentido económico del siglo que le precede (es decir, el liberalismo económico, que llevó aparejada la Industrialización), se dieron procesos nacionalistas, y que ambos, liberalismo y nacionalismo caminaron de la mano en su lucha contra los imperialismos en algunos casos. Fenómeno como poco singular dado que los postulados de ambas ideologías son antagónicos. Quizá ese marco nacionalista y esencialista del que deriva el romanticismo se adapte mucho mejor a la comprensión del gusto por el folklore de una tierra que se había quedado anclada en un rancio absolutismo, y también al gusto de las élites europeas.
¿Es posible que haya alguna analogía entre lo anterior, en concreto las reflexiones de A. Parra, y la internacionalización del flamenco en la actualidad? ¿Es posible que en el mundo globalizado de economía de mercado y consumista se vuelva la vista a un país en el que se mantienen tradiciones en algunos casos consideradas, igual que en los textos de viajeros del s. XIX, “salvajes”, como los toros, o los San Fermines, y, entre ellas se hayan fijado en una que no es violenta y además transmite mensajes universales? ¿Es posible que ello haya contribuido a su ascensión de un arte “plebeyo” a objeto cultural de las élites?
Bibliografía.
- BROWNELL, B. C. (2010): “La Transversalidad en la cultura y el tiempo”. VIª Jornadas de Intercambio Artístico.
- CRUCES, C. (2003): “ Antropología y Flamenco” . Signatura Ediciones.
- PARRA, A. (2012): “ “El flamenco a través de las teorías de la comunicación”, La Madrugá, nº 7.
- RUIZ, S. (2011): “Una evolución con arte: el flamenco”, CIDIC, nº 4, 6-8”
- SOLER, C. (2011): “Análisis de la red: el flamenco, patrimonio inmaterial: ¿y ahora qué?”, CIDIC, nº 4, 8-10”
- UNESCO, definiciones de Patrimonio Inmaterial: http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=es&pg=00022#art2